viernes, 11 de abril de 2008

El poto, una trepadora para el interior (II)

Los cuidados adecuados
Para que el vegetal tenga un desarrollo óptimo es imprescindible la luminosidad, aunque no es recomendable exponerlo al sol directo, ya que las hojas perderían parte de su intenso color verde. Aunque el riego moderado es necesario, el exceso de agua y los encharcamientos no son apropiados para el poto: las hojas adquieren un tono amarillento y pueden llegar a pudrirse.

Su salud será inmejorable si abonamos el sustrato durante el verano, para evitar la falta de minerales que provocarían enfermedades como la clorosis férrica. Además, las hojas lucirán todo su esplendor si limpiamos las hojas con un paño humedecido y si vaporizamos ligeramente. Para evitar que el crecimiento del follaje disminuya, podaremos regularmente los tallos.


Atento a su salud
Aunque las plagas no suelen ser un problema para el poto, en ocasiones aparecen orugas o lombrices, que causarán agujeros en la superficie de las hojas, cochinillas, que las deforman y se combaten con alcohol o insecticidas, ácaros, que eliminaremos con acaricidas o rociando agua, y trips, a los que aplicaremos productos químicos específicos.

Las enfermedades son más comunes en estos ejemplares de interior. Entre ellas destaca la clorosis férrica, una deficiencia en los niveles de hierro del sustrato que solucionaremos con abonos ricos en este mineral y regando de vez en cuando con agua de lluvia. Además, también le afectan el pynthium, una clase de hongo que provoca la putrefacción de la planta y erwinia, una bacteria que aparece por un aporte excesivo de abono o por la exposición a bajas temperaturas.

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