Aspecto más salvaje
Lo más acertado es recurrir a las praderas, ya que naturalizan nuestro jardín, y le confieren un carácter mas silvestre y elegante. Dejando aparte lo estético, la pradera es más sencilla de cuidar, y lo que es más importante de todo, exige mucha menos cantidad de agua, elemento tan valioso en nuestros días.
Se habla mucho de sostenibilidad, de xerojardinería, de plantas autóctonas ... Pero, a la hora de la verdad, ¿quién nos proyecta y ejecuta un xerojardín?¿Dónde adquirimos esas plantas autóctonas, cuando no sabemos ni cuáles son y ningún vivero las comercializa? Nos encontramos en un círculo vicioso: los viveros culpan al cliente de no demandar planta autóctona, pero el cliente no solicita lo que no conoce y así sucesivamente.
Flores a todo color
Centrándonos en la pradera, que es el tema que nos ocupa, ésta vive las cuatro estaciones del año, algo que no hace el césped; nos lo encontramos igual, visualmente, tanto en verano como en invierno. La pradera, por el contrario, en primavera experimenta una explosión de color y flores, en verano es una variada mezcla de verdes que en otoño reverdean más aún, y en invierno se duermen bajo un color más pardo.
Este color pardo, resulta siempre muy bello, puesto que lo natural es que una pradera, como todos los vegetales, tenga su ciclo de vida. ¿Se imaginan un invierno a la misma temperatura que un verano? Pues bien, lo mismo ocurre en este aspecto.
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